The Girl in the Spider's Web: la chica del dragón tatuado vuelve con nuevos tatuajes y nuevos problemas
En la escena de apertura de The Girl in the Spider’s Web dos niñas juegan al ajedrez. «Jaque mate» dice una de ellas, y un primer plano muestra al rey cayendo, empujado por la perdedora. Del hueco que tiene la pieza debajo sale una araña que camina por el tablero y las piezas tejiendo su telaraña.
La escena establece o condensa con una simple metáfora los temas que ya hicieron célebre a la saga Millennium del sueco Stieg Larsson y a su (anti) heroína, Lisbeth Salander.
La araña simboliza la red de intriga y conspiraciones en que se involucra Lisbeth no solamente con su actividad como hacker sino también en su misión justiciera, y el rey caído simboliza la motivación detrás de esa misión, el ataque a las figuras autoritarias y masculinas que abusan de su poder y causan daño, especialmente aquellas que dañan a las mujeres.
Las niñas que juegan al ajedrez, no demoramos en saber, son Lisbeth Salander y su hermana, Camilla, y tampoco demoramos en saber que su padre abusa de ambas.
La secuencia finaliza con Lisbeth huyendo de su hogar, dejando atrás a su tiránico padre y a su hermana.
Esquivando a Fincher
La exitosa saga de novelas suecas fue adaptada en 2009 con tres notables películas, también suecas, una por cada novela escrita por Stieg Larsson.
Después tuvo su inevitable hollywoodización, pero con el distintivo y prestigioso sello de David Fincher, que hizo de la primera novela, The Girl with the Dragon Tattoo, un sofisticado y brutal thriller psicológico apoyado en un impecable guion del ganador del Oscar Steven Zaillian ( Schindler’s List, Hannibal, Gangs of New York, Moneyball) y en las actuaciones de Rooney Mara y Daniel Craig.
«El estudio ya gastó millones en los derechos y en el guion» decía después Fincher hablando de la potencial secuela que, con el éxito taquillero de The Girl with the Dragon Tattoo y la existencia de más novelas para adaptar, se hacía inevitable.
A pesar de esto, la falta de disponibilidad de los actores y después del propio director no hizo posible una continuación, y con estos millones ya invertidos, Sony Pictures debió optar por este reboot, que de todas maneras quisieron más o menos promocionar como una secuela, aunque tener nuevo elenco y nuevos creadores no ayudó a consolidar esta noción.
The Girl in the Spider’s Web es el cuarto libro de la saga, una continuación escrita por David Lagercrantz después del inesperado fallecimiento de Stieg Larsson en 2004.
Y su adaptación, realizada por Fede Álvarez ( Evil Dead, Don’t Breathe), se siente también como una continuación algo deslucida de lo que ya hizo otro autor antes.
Es un atrapante y efectivo thriller de acción, pero bastante menos sutil, más vacío y superficial que su predecesor.
Una Batman feminista
Se puede percibir la influencia de Fincher en la atmósfera del film, en la fotografía (impecable, de Pedro Luque), en la factura técnica, pero también se nota la encomiable intención de hacer algo diferente de lo que se hizo antes, y quizá sea esto lo que la lleva a caminos contraproducentes.
De modo que la estela fincheriana termina funcionando al mismo tiempo en beneficio y en perjuicio de The Girl in the Spider’s Web. Lo cual no resulta del todo sorpresivo, especialmente lo último.
Claire Foy logra darle cierta dimensión a la nueva Lisbeth Salander (¿o es la misma de antes?) pero la película está menos interesada en su personalidad y en su desarrollo como personaje (¿porque es la misma de antes?) que por hacer avanzar una simple pero agitada trama de espionaje internacional y seguridad cibernética, combinada con otra historia sobre un oscuro y traumático drama familiar.
The Girl in the Spider's Web es apresurada.
Hay conclusiones, conjeturas y pistas que aparecen de manera casual y afortunada, y algunos importantes cabos sueltos (especialmente uno vinculado al asesinato de un personaje que contenía información vital). El asunto central involucra un peligroso programa nuclear, a la NSA estadounidense, al servicio secreto sueco y, claro está, a una misteriosa organización criminal que está detrás de una gran conspiración y un millonario negocio.
Todos estos elementos situán a la película en el terreno de una de James Bond o de Jason Bourne, con frenéticas secuencias de acción, elaborados hackeos y misiones complicadas y peligrosas que estiran los límites de la verosimilitud y el realismo, hasta hacer de Lisbeth Salander casi una superheroína salida de los cómics.
«Una Batman feminista» dijo el propio director, pero el problema es que la película abandona por completo aquella sugerencia temática del principio que proponía a Lisbeth Salander como justiciera que castiga a figuras abusivas y poderosas (y masculinas), para quedarse con ese drama familiar que suena trillado y predecible. Lleno de telarañas digamos, para continuar la metáfora.
El famoso periodista de la saga, Mikael Blomkvist, ahora interpretado por el sueco Sverrir Gudnason, está reducido a un rol no sólo secundario sino más bien insignificante, al punto que podría ser quitado de la película sin alterarla demasiado.
Lakeith Stanfield, actor de Get Out y Atlanta (y la inclasificable Sorry to Bother You) parece una elección de casting curiosa para un personaje que es un ex militar y eficaz agente de la NSA.
Fede Álvarez confirma su predilección por las antiheroínas rudas y oscuras (Mia en Evil Dead, Rocky en Don't Breathe) y también su talento como realizador, en este caso dominando un género en el que incursiona por primera vez.
Pero aunque se las arregló para honrar el culto a la clásica película de Sam Raimi en una nueva versión más seria y efectiva que la original, y para cautivar con su historia original en Don’t Breathe, el peso gravitatorio de David Fincher y el origen un tanto injustificado o innecesario de esta película, le jugaron en contra.
Aún así, la impecable acción de la entretenida The Girl’s in the Spider Web, su introducción de los elementos claves de la historia de Lisbeth Salander y el carisma de Claire Foy, quizá prueben ser suficientes para garantizar un buen éxito y, por ende, una potencial secuela.
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