Desmayos y muerte de presos que viven a más de 100°F: la mayoría de las cárceles de Texas no tiene aire acondicionado
Un preso en Texas dice haberse desmayado dos veces por el calor; otro dice que ha sufrido "severas migrañas", decaimiento, que vive desorientado y hasta ha perdido el conocimiento. Texas es uno entre al menos 13 estados del país donde hay prisiones sin aire acondicionado. Y la cifra no es despreciable: no tienen ventilación completa en 70% de sus cárceles, pese a que las temperaturas superan los 100 grados Farenheit.
Un reporte de la Universidad Texas A&M (realizado con encuestas a 309 reclusos entre junio de 2018 y diciembre de 2020) cuestiona el papel de las autoridades estatales para velar por la población penal que se encuentra en esos centros. Según el estudio, dentro de estas unidades ha habido en promedio temperaturas de 110 grados Farenheit; pero en al menos una de ellas ha llegado a los 149 grados Farenheit.
"La alta humedad en las prisiones de Texas ha contribuido además a efectos en la salud como consecuencia del calor", refiere el reporte. Solo en 2018, muestran, al menos 79 presos y trabajadores de las prisiones han levantado reportes por malestares causados por el calor sofocante. Además, desde 1998 han sido documentadas al menos 23 muertes de reos como consecuencia de las altas temperaturas y la escasa ventilación.
Según cifras del Departamento de Justicia Criminal de Texas, la agencia opera 100 cárceles en el estado. Un reporte de la organización sin ánimos de lucro Texas Prisons Community Advocates (TPCA), que asiste a familias de presos, asegura que solo 30 cárceles del estado tienen aire en todos sus espacios; 49 tienen parcialmente, sobre todo en espacios de reclusión de población que va de paso; y 21 cárceles no tienen aire acondicionado.
"Bienvenido al infierno"
Las políticas que ha implementado el Departamento de Justicia Criminal de Texas incluyen dar agua y hielo, que los presos puedan darse duchas adicionales para refrescarse, ventiladores y áreas de desahogo con aire.
En sus conclusiones, los investigadores aseguran que estas medidas son "ineficientes e inefectivas". Consideran que las fallas son "sistémicas" e insisten en la dificultad de los presos para acceder a recursos para mejorar sus condiciones, desde ventiladores a recibir respuestas a sus quejas.
Texas tiene una población penal de 122,000 personas. En la encuesta, los investigadores indagaron en temas como las complicaciones en la salud que genera el calor, las restricciones que les imponen, las muertes conocidas; los recursos que les dan para superar el sofocón, como hielo, agua, ventiladores, que les permitan tomar duchas adicionales o tener espacios de desahogo. Les preguntaron además por la capacidad que tienen para poner reclamos.
En 2017, el juez Keith Ellison decidió que el sistema penal de Texas debía ir a juicio por violaciones de los derechos civiles del preso Larry McCollum, un hipertenso de 58 años que falleció en julio de 2011 en la prisión Hutchins, de Texas, por un golpe de calor. Ellison criticó las políticas del estado para que los presos superen las altas temperaturas: "Contribuyeron con 11 muertes antes de McCollum y 10 hombres muertos después de él".
Según reportes de prensa de esos años, el cuerpo de McCollum mostraba una temperatura de 109°F cuando llegó al hospital. En su caso, como aún no había recibido una tarjeta de identificación, no pudo comprar algo de tomar ni un ventilador en la tienda de la cárcel. Y para entonces, cuenta el diario Texas Tribune, las autoridades distribuían cantidades limitadas de agua a los presos.
Cuando McCollum llegó a esa prisión, contó un conocido, los agentes lo recibieron con la frase: "Bienvenido al infierno". Tres días después colapsó. Murió el 28 de julio de 2011 y la autopsia atribuyó la muerte a vivir en un ambiente a altas temperaturas.
Las medicinas y el calor: mala mezcla
En el reporte, muestran cómo aquellos con enfermedades que requerían tratamiento médico empeoraron sus condiciones por el calor. En 2020, cuentan, más de la mitad de los participantes en la encuesta (56%) recibieron prescripciones médicas que creen pudieron haber empeorado sus enfermedades por el calor.
Jester 3, por ejemplo, dijo: "Me sentí mareado, perdí peso, dolor de pecho, dolor de cabeza, diarrea, sudoración e intolerancia al calor por las medicinas". Michael contó: "Los medicamentos que tomo me hacen sentir muy caliente".
Para el 31 de agosto de 2020, el reporte señala que había 11,885 personas encarceladas en Texas, calificadas como sensibles al calor y con prioridad para ingresar a una unidad con aire acondicionado. Por lo general, entran en este grupo quienes sufren enfermedades cardíacas, trastornos mentales, demencia o Alzheimer, discapacidades o aquellos que tienen 65 años o más y cumple recetas médicas por ciertas condiciones.
Sin embargo, para ese tiempo, solo 22% (unas 2,615 personas) no tuvieron a espacios fríos. Entre ellos, una mujer describió en el reporte los daños que le causaba la mezcla de sus medicinas con el calor y lo difícil que había sido para ella el traslado a otro centro pese a reiterados reclamos: "No puedo comer, no gano peso, sufro con el calor, me siento mareada y con dolores de cabeza, débil. También me da diarrea con calambres en las piernas por la noche. Me he desmayado algunas veces".
Como ella, un tercio de los participantes en la encuesta dijeron que habían introducido al menos una queja relacionada con el calor: la mayoría señaló que tuvo que introducir una segunda queja. Entre el total, 16% dijo no haber recibido una respuesta: "Las quejas son una pérdida de tiempo", reclamó un preso de la Unidad Stevenson. "Hacer una queja es una broma. No sirve para nada", escribió otro en la Unidad Wynne.
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