Una carrera contra el olvido: así es la dura tarea para restaurar 8,000 zapatos de los niños asesinados en Auschwitz
En un moderno laboratorio de conservación en los terrenos del antiguo campo de Auschwitz, un hombre con guantes de goma azules usa un bisturí para raspar el óxido de los ojales de unos pequeños zapatos marrones, que pertenecieron a un niño que fue asesinado en una cámara de gas.
A lo largo de una mesa de trabajo, conservadores quitan el polvo y suciedad que han acumulado por años estos frágiles objetos. Lo hacen con paños suaves y cuidadosos movimientos circulares.
Luego, los zapatos se escanean y fotografían, y se catalogan en una base de datos.
El trabajo es parte de un esfuerzo de dos años lanzado el mes pasado para preservar 8,000 zapatos de niños que acabaron en Auschwitz-Birkenau, el campo de concentración y exterminio donde los nazis asesinaron a 1.1 millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial.
La mayoría de las víctimas eran judíos asesinados en el intento del dictador Adolf Hitler de exterminarlos.
Auschwitz-Birkenau se sitúa en una parte de Polonia que fue anexada al Reich alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Hoy, el sitio es un museo istrado por el estado polaco, sobre quien ha recaído la responsabilidad de preservar la historia, construcciones y evidencias que guarda el lugar, donde también muchos polacos encontraron la muerte.
El paso del tiempo afecta las evidencias que conserva Auschwitz
En enero de este año se cumplieron 78 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau y cada vez quedan menos testigos oculares de lo que ocurrió, además que el paso del tiempo ha dañado las evidencias del genocidio cometido por el nazismo.
Los nazis consiguieron destruir la evidencia de las atrocidades que habían cometido en lugares como Treblinka, otro de los campos de exterminio situados también en Polonia, pero no consiguieron hacerlo por completo en Auschwitz debido a su huida apresurada por el avance de las fuerzas soviéticas.
Casi ocho décadas después, algunas evidencias se desvanecen bajo el paso del tiempo y el turismo de masas.
El cabello que los nazis cortaban a los prisioneros del campo, que utilizaban para hacer tela, se considera un resto humano demasiado íntimo como para fotografiarse y no está sujeto a ningún esfuerzo de conservación. En 2023, se está convirtiendo en polvo.
¿Por qué hay un esfuerzo para conservar los zapatos de las víctimas asesinadas?
Los guardianes del campo obligaban a los prisioneros a quitarse los zapatos. Al día de hoy, el museo de Auschwitz conserva más de 100,000 zapatos de las víctimas. Unos 80,000 están expuestos por montones en una sala abierta a los visitantes.
Algunos están deformados. Otros no conservan su tono original. Los cordones se están deshaciendo. Pero los zapatos quedan como el testimonio de cientos de miles de vidas que fueron brutalmente truncadas.
Pero la parte más desgarradora es el montón que conserva los diminutos zapatos que vestían los niños y niñas que llegaban al lugar.
“ Los zapatos de los niños son el objeto más conmovedor para mí porque no hay mayor tragedia que la de ellos”, explica Mirosław Maciaszczyk, especialista en conservación de los laboratorios de conservación del museo.
“Un zapato es un objeto muy relacionado con una persona, con un niño. Es una huella, a veces es la única huella que queda del niño”.
El costo emocional para quienes restauran los miles de zapatos de niños asesinados en Auschwitz
Maciaszczyk dice que él y sus colegas no olvidan la tragedia humana que se esconde detrás de los zapatos, aun cuando intentan mantenerse enfocados en el aspecto técnico de su trabajo de conservación.
Pero no siempre es posible.
A veces los conservadores se ven superados por la emoción y necesitan descansos. Los voluntarios que han trabajado con los zapatos para adultos en el pasado solicitaron nuevas asignaciones.
El trabajo de conservación revela los tenues detalles que hablan sobre los humanos que llegaron a Auschwitz para morir. Las maletas, por ejemplo, ofrecen pistas pues tienen nombres y direcciones, según Elżbieta Cajzer, jefa del departamento de colecciones del museo.
Cajzer espera que el trabajo de conservación en los zapatos para niños también revele algunos detalles sobre sus pequeños propietarios.
Muestran cómo un zapato es un bien valioso para una familia en dificultades, que se transmiten de niño a niño. Algunos de ellos tienen todavía rastros de suelas remendadas u otras reparaciones.
Los trabajadores del museo restauran alrededor de 100 zapatos a la semana y han procesado 400 desde que comenzó el proyecto el mes pasado.
El objetivo no es restaurarlos a su estado original, sino hacer que luzcan lo más similar posible a su apariencia durante la guerra.
El costo del proyecto, de 450,000 euros (unos 492,000 dólares) es financiado por la Fundación Auschwitz-Birkenau, de la que Alemania es un donante clave, así como por la Marcha Internacional de los Vivos, un programa de educación sobre el Holocausto.
Tanto Cajzer como Maciaszczyk coinciden que es imposible guardar los zapatos para siempre, pero el objetivo es preservarlos por más años.
“Nuestra conservación actual ralentiza el proceso (de descomposición), pero es difícil decir por cuánto tiempo”, dijo Maciaszczyk.
Las historias anónimas detrás de los zapatos amontonados en Auschwitz
El año pasado, trabajadores que restauraban zapatos para adultos encontraron un billete de 100 liras italianas en un zapato de tacón alto de señora que también tenía impreso el nombre Ranzini, que era un fabricante de calzado en Trieste.
La propietaria probablemente era italiana, pero no se sabe nada más sobre ella.
También encontraron el nombre de Věra Vohryzková en el zapato de un niño.
Por coincidencia, un trabajador del museo notó el nombre de la familia en una maleta y el museo pudo reconstruir los detalles sobre la familia.
Vera nació el 11 de enero de 1939 en una familia judía checa y fue enviada a Auschwitz en un transporte desde el gueto de Theresienstadt en 1943 con su madre y su hermano cuando tenía solo cuatro años. Su padre, Max Vohryzek, fue enviado en un transporte separado. Todos murieron.
Cajzer describió los zapatos como un poderoso testimonio también porque los enormes montones de zapatos que quedan dan una idea de la enorme escala de los crímenes, aun cuando son solo una fracción del total.
Antes de que los hombres de las SS enviaran a sus prisioneros a las cámaras de gas, les ordenaban que se desvistieran pues iban a las duchas para “desinfectarse”, explica Cajzer.
Los zapatos y otras posesiones de los prisioneros eran usadas por el Tercer Reich para fabricar artículos en su esfuerzo bélico.
Los investigadores sostienen que los 110,000 zapatos que permanecen en el museo provienen, probablemente, de los prisioneros que llegaron en los últimos transportes hacia Auschwitz.
“Cuántas personas vinieron aquí, con la esperanza de poder volver a ponerse esos zapatos después de una ducha. Pensaron que se los quitarían y después se los volverían a poner. Pero nunca regresaron con sus dueños".
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